Durante siglos, las historias han ido transmitiéndose de generación en generación de forma oral. No fue hasta el siglo XVII cuando se empezaron a recopilar estas narraciones y esto ha servido para no perder parte de nuestro legado cultural. Puede que la forma de contarlas sea diferente, pero su papel en la educación de los más pequeños no deja de ser esencial. Antes eran los padres y abuelos los que contaban a los niños historias, ahora son los libros los que suplen, en la mayoría de los casos, esa función.
El cuento es el vínculo que une al niño con la fantasía, los seres imaginarios que habitan en sus páginas cobran vida por un momento e invaden la habitación con su ir y venir travieso. Con ellos hemos descubierto momentos únicos que nos han permitido evadirnos de la realidad, dejar a un lado la escuela, las actividades extraescolares y todo aquello que a veces no nos gustaba y que, a los niños de hoy, a veces tampoco les gusta.
Afortunadamente, hoy en día existen muchos formatos de libros (pop-ups, libros mudos, cancioneros, etc.) que ofrecen la posibilidad de que sea el niño quien elija el que más le guste o el que más necesite en ese momento. Pero no olvidemos nunca el papel que juega el adulto en los primeros años, porque cuando el niño todavía no sabe leer, es el adulto quien lo hace por él y le enseña las ilustraciones. A medida que el niño va haciéndose mayor puede leer acompañado del adulto, descubriendo que cada letra forma una palabra y que las palabras forman oraciones preciosas y únicas.
La literatura infantil es un tesoro hecho por o para los niños y que, como dice Pedro Cerrillo, es así porque los niños la han hecho suya. Aquí os dejo la definición que hace este autor:
La literatura infantil y juvenil es, ante todo y sobre todo, literatura, sin adjetivos de ningún tipo; si se le añade “infantil” o “juvenil” es por la necesidad de delimitar una época concreta de la vida del hombre que, en literatura, está marcada por las capacidades de los destinatarios lectores y, en menor medida, por gustos e intereses lectores muy concretos, así como por las posibilidades de recepción literaria. Pero la literatura infantil y juvenil no es, ni puede ser, solamente la que es escrita deliberadamente para niños; es también aquella que, sin tener a los niños como destinatarios únicos o principales, ellos la han hecho suya con el paso del tiempo. (Pedro Cerrillo, 2007)
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